Durante siglos el sistema educativo se ha desarrollado entorno a los conocimientos y saberes de occidente, desconociendo los saberes de las culturas del mundo lo que ha dejado de lado a la otredad, convirtiéndolo en un sujeto de que debe ser culturizado, lo que implica acabar con su pensamiento tradiciones y forma de ver el mundo.
Colombia como un
país multicultural esta permeado por la lógica del desconocimiento del otro, el
cual es observado como peligroso, contrario descabellado, inexistente, pero
cual ha sido el papel de la escuela en la reivindicación de sus derechos, en
muchas ocasiones se hace ajena de esta realidad y empieza a educar bajo el
sesgo cultural de occidente. No obstante, en el marco del proyecto político,
económico, cultural y social de muchas comunidades han surgido nuevas
alternativas educativas, como lo son “educar a los otros” (Rojas y Castillo,
2005) una perspectiva de educación intercultural que no busca la adaptación de
los individuos, sino la sinergia cultural de los aprendizajes propios con los
externos.
Lo anterior, se
convierte en una apuesta peligrosa puesto que no solo implica modificar el
sistema de enseñanza aprendizaje, sino modificar los imaginarios políticos
económicos y sociales de un colectivo que se debe apropiar del futuro de las
nuevas generaciones, entendiendo que se están creando
“reclamo de nuevos procesos de producción, de valorización de conocimientos
válidos, científicos y no científicos” (De Sousa, 2011, p.16).
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